La Voz a ti debida.

Cada zapatilla una historia…. porque todas las historias merecen ser contadas y escuchadas. Gracias Leo por este texto que seguro te encogió el alma.

 «Así es como yo lo veo:   
Julita no creó las Alpartgatas. Ella pintó unas zapatillas para reclamar justicia y libertad. Pero en cuanto echaron a caminar entre un tumulto indignado sintieron que tenían mucho que decir y largos caminos por andar. Se convirtieron así en AlpARTgatas, unas cuentacuentos. Y es que al fin y al cabo, cuentos son las historias, los cachitos de vida, los símbolos, los versos que susurran, los gritos de ¡basta! o aquellos que nos llenan de paz; los retazos de un momento compartido o de un lugar ajeno que hacemos inevitablemente nuestro. Cuentos que los alpartgateros elegimos plasmar para que echen a trotar.  

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Yo, para hacer de mis zapatillas unas AlpARTgatas indagué entre mi vida vivida y volví a mis lugares comunes (residencias que vertebran mi caminar) buscando para ellas mi cuento más especial. Pero éste no estaba escrito o al menos no terminado…:
 El teléfono sonando a deshora, al otro lado un largo silencio me impacienta hasta que unas pocas trémulas palabras me hacen desear que el silencio hubiera sido eterno. Así no empiezan los cuentos. Así es como dejan de escribirse para siempre.  Así es como supe que había muerto papá.  Papá, que en un pueblito de este “lugar donde hoy los bosques se visten de espinos”, nació y creció con obligada premura para luego tomar “el camino del pueblo obrero, […] por los sagrados ríos hacía los anchos mares”.

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Y así, entre Castilla y Cataluña transcurrió su vida. En el camino solía acompañarle Serrat, cantando lo que Machado había llorado.  Ese camino que separa Berlanga de Altafulla, separó también mi vida de la de mis hermanos pequeños. Nuestro padre deseaba tanto acercarlas…, y finalmente lo hizo, pero no pudo verlo (pobre papá). Y es que fue su último viaje entre el rincón del Mediterráneo que le vio vivir y morir y su tierra castellana que ya le cubre para siempre, lo que nos reunió y unió. En el dolor nos reconocimos. La fuerza de las raíces. La intimidad de compartir una pena. Con sólo un abrazo sentirse tan cerca. Y que la más amarga de las despedidas sea también el más emocionante de los reencuentros…. Así se escribe este cuento.  

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Nuria, petita, me has hecho muy feliz. Ahora ese camino une Altafulla con Berlanga. Uno es tu pueblo, el otro el mío, los dos son de papá. Mi hermana bonita, mis alpartgatas son las más especiales porque son para ti. En una tu castillo –Tamarit- desafiante frente al mar y en la otra el mío, imponente entre las llanuras. Y nuestro cuento ya puede trotar y hasta volar porque este es sólo el principio y no tiene final. »

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